Los miedos

Los miedos

Los miedos

“Nuestro miedo más profundo no es que seamos inadecuados. Nuestro miedo más profundo es que somos seres poderosos sin límites. Es nuestra luz, no la oscuridad lo que más nos asusta.

Nos preguntamos: “quién soy yo para ser brillante, precioso, talentoso y fabuloso?”. En realidad, ¿quién eres tú para no serlo? Eres hijo del Universo. El hecho de jugar a ser pequeño no sirve al mundo.

Nacemos para hacer manifiesto la gloria del Universo que está dentro de nosotros…al liberarnos de nuestro miedo, nuestra presencia automáticamente libera a los demás.” Poema de Marianne Williamson, leído por el antiguo y ya difunto presidente de Suráfrica, Nelson Mandela, en su discurso de investidura en 1994.

¡Brutal! ¿Acaso este poema no demanda profunda reflexión? lo normal es que se hable de los miedos más mundanos, esos que todos padecemos un día u otro tal como: miedo al fracaso, al rechazo, a perder, ¡a sufrir y cómo no a la muerte!

Yo siempre pensé que este último era el mayor de todos para cada uno de los seres vivientes pensantes. ¡Pero no, por lo visto hay otro más grande aún y es a nuestra propia luz! asombroso!

¿Pero, y si te digo que este tipo de miedos lo he llegado a experimentar yo en mis meditaciones profundas? Dame un minuto para explicarme. Si tú mismo eres meditador quizá te sea más fácil entender lo que ahora procedo a contarte. No es algo sistemático, pero en alguno de esos momentos en solitario que me siento a dedicarle unos minutos a observar y escuchar con atención la incesante narración de mi mente para paulatinamente ir reduciendo su volumen, me ha pasado de llegar a apagarlo por completo. ¡Y entonces surge el silencio!

El más absoluto que alcances a imaginar. Uno en el que te des-identificas de todo lo ordinario, todo lo que está íntimamente ligado a tu pequeña persona y te define, llegas a un espacio de vacuidad, de “nebulosidad” y de repente surge un miedo irracional que te extrae abruptamente de ese espacio desconocido con absoluta ausencia de puntos de referencia.

Como si fueses expulsado violentamente por algo o alguien que no te permite todavía permanecer por falta de una adecuada preparación preliminar.

Me ha sucedido en otras de esas meditaciones de ir más allá de ese miedo, para tal vez descubrir algo que no me dejara volver a ser yo, ese yo que me “acota”, el personaje que se desenvuelve en la escenografía terrestre.

No lo logré. Quiero decir que nada me fue “revelado”, pero sí te puedo asegurar que no quise volver al plano físico. En semejantes prácticas, abandonas el mundo sensorial, no percibes tu cuerpo y tu aliento se detiene o al menos ese ha sido mi percepción. Pero estás bien, en una especie de inmensidad o como si tu propia energía se estuviera desplegando en todas direcciones y experimentases una conexión con algo más elevado simultáneamente a una comunión perfecta con todo cuanto existe.

Es lo que ahora llamo “el orgasmo cósmico” (jeje) o el Samadhi para los antiguos sabios de la filosofía yóguica (y algunas tradiciones religiosas de Asia como el hinduismo o budismo). El Samadhi es un estado alterado de la conciencia que se da en meditaciones profundas en el que sientes que te fundes con el Uni-verso, con la mente suprema, el Campo, lo absoluto o, en otras palabras, con lo Divino, Dios o como tú lo llames.

Parece entonces que se me ha permitido paladear una pequeña migaja de lo que en español conocemos como “iluminación” pero sin el derecho por ahora a quedarme en el banquete.

El miedo es necesario. Es un mecanismo de defensa, merced al cual nuestra especie ha podido evolucionar. Sin él la vida no hubiese prosperado en este planeta ya que es el freno que se activa frente a un peligro y permite que te quedes quietecito ahí donde estás.

¡Imaginas que nuestros primigenios ancestros no hubiesen temido al fuego por ejemplo y se abalanzaran sobre él! hoy ninguno de nosotros estaríamos aquí. Ese tipo de temor es racional, viene acuñado en nuestra genética y mientras nuestra especie siga siendo como hasta ahora nada podrá suprimirlo. Ahora bien, algo muy distinto lo es toda esa cantidad de pavores que aquejan a gran parte de la humanidad en los tiempos modernos.

¿No te has fijado que más que nunca el Hombre se va acobardando de sobremanera? Ya que estamos, hagamos un pequeño apunte aquí, (por favor, si eres de los de “estrechez de miras”, te sugiero te detengas aquí y pases a otra cosa, esto no es para ti. Gracias).

Tomate un tiempo para considerar esto: contempla con claro juicio cómo se encuentra el mundo en la actualidad, de finales de 2019 para acá. Sí, cuando por primera vez escuchamos en nuestras magníficas cadenas de televisión advertirnos sobre una espeluznante amenaza que se estaba gestando allá por China, un nuevo virus (dique) tan virulento que podría acabar con gran parte de la población mundial.

Claro, te sueltan algo así, en un canal de difusión informativo que detiene el monopolio y nuestra irrefutable confianza (digo uno porque, aunque hay miles de ellos en todo el planeta, ninguno es ecuánime).

Todos fuimos presa del pánico y de repente nuestro hábitat, el planeta, se convirtió en un medio hostil donde no te atrevías ni a respirar pues por ahí, ¡es que el virus nos atacaba! por las vías respiratorias. A la vez que nos lanzaban la terrible noticia de seguido nos propusieron la solución que no era otra que convertirnos en reclusos de nuestros propios hogares y prohibición total de salir a la calle que no fuera enmascarado para acudir a un medio hospitalario, establecimiento farmacéutico o a comprar algo de comida.

Las urbes de todo el Globo fueron cubiertas por un manto fantasmagórico, algo que no contribuyó a mitigar nuestra conmoción. Y fueron meses que semejante panorama, como sacado de una película de ficción hollywoodense, se prolongó. El planeta enteró se paralizó, mentira, los de arriba, que ahora muchos identificamos como “la Elite”, mantuvieron su tren de vida con toda normalidad porque eran los únicos detentores de la verdad sobre lo que estaba aconteciendo.

No entraré en más detalles pues esto tiene tinta para rato y ya plurales somos los que a esta hora hemos entendido y seguimos descubriendo minuto tras minuto, nuevos datos sobre lo que ha sido (y sigue) hasta ahora la mayor fechoría inventada por un grupúsculo de individuos con el alma negra, cuyos propósitos son de lo más malévolo que una mente corriente pueda llegar a comprender.

¿Bien, te das cuenta de la envergadura que todo esto tomó y cómo nuestras vidas dejaron de ser lo que hasta entonces habían sido? te das cuenta de que se agarraron de esa falacia suya para amedrentar al género humano más de lo que ya lo estaba y así poder someternos fácilmente a sus turbios deseos?

Cuando el hombre es presa del pánico como está siendo el caso, es capaz de renunciar a todo cuanto posee para que la amenaza desaparezca y más aún si alguien aparece de la nada con una solución “milagro”.

Como contrapartida para que pudieras beneficiarte de una seguridad, te ofrecieron un remedio creado en laboratorio de muy dudosa procedencia y composición que sin ni tan siquiera detenerte a sopesar los pros y contras que su antídoto podría tener en tu cuerpo, corriste los ojos cerrados a inyectarte.

Desde aquellos primeros pinchazos han pasado unos cuantos meses y solo ahora el mundo atónito, está siendo testigo de sus “contras” porque los pros solo han sido a favor del Lobby farmacéutico (y sus siervos), o sea embolsarse unos cuantos trillones de dólares. ¡Nada, una suma irrisoria!

¿Sabes por qué en el ejemplo que acabo de relatar ese temor fue tan poderoso? por la falta de aceptación de lo que forma parte inequívoca de nuestra temporalidad en este plano: la muerte. No digo que sea algo generalizado, pero sí en nuestras sociedades occidentales. Existen otras en las que no le tienen ninguna aprensión y contrariamente a nosotros solamente la perciben como el comienzo de otra forma de vida en una dimensión distinta a la única que conocemos aquí bajo: la tridimensional.

Aunque en el poema con el que inicio este escrito, su autora afirma que el miedo más grande es a nuestra propia luz yo sigo apostando por el de nuestra naturaleza efímera. Para cuidarnos de los efectos ruinosos de ese pavor, rechazamos el mero hecho de conversar sobre Ella. Es un tema tabú.

No, mejor no se habla de la muerte no sea que la atraigamos antes de lo previsto. Se la ignora, menosprecia hasta olvidarnos de que existe, mientras ella, sigue ahí, esperándonos con toda parsimonia y burlándose en silencio de nuestra profunda ignorancia y altanería. Requiere de mucha madurez psíquica y espiritual para mirarla de frente y abrazarla como algo valioso que según qué circunstancias hasta puede llegar a ser la mejor opción.

Que hay si no de esos seres aquejados por alguna enfermedad rara cuya cura no llega nunca, ¿que no consiguen liberarse de las despiadadas garras del dolor y padecimiento? ¿No es eso peor que la muerte? supongo cada cual lo valore diferentemente, pero si yo tuviera que pasar por algo así, sin vacilar un solo segundo pediría la muerte asistida (eutanasia) que en algunas naciones más avanzadas socialmente aceptan como pleno derecho de sus habitantes.

Al margen de este miedo terrorífico están los otros que llamé antes “mundanos” o los más corrientes pero que posiblemente saboteen más aún nuestra existencia que el anterior. El miedo al fracaso, por ejemplo. ¡Este sí es desapacible! De los más inmovilizantes.

El muro con el que todos nos topamos algún día y que se nos resiste, por mucho que queramos franquearlo, como si se fuese elevando y ensanchando en cada esfuerzo que hagamos por derribarlo.

Anhelamos avanzar en algún proyecto, llevar a cabo una idea que nos revolotea incansablemente en la cabeza, alcanzar un objetivo determinado, pero de pronto aparece él con su irritante sarcasmo y nos siembra el piso con todo tipo de dudas, recelos, titubeos, preguntas sin respuestas.

¿Ante tal terreno resbaloso quién puede seguir adelante? ¡No, mejor me quedo donde estoy! Para qué aventurarme en lo desconocido, con lo bien que estoy en mi   “zona de seguridad”, en la que todo fluye. Estoy hastiado con mi vida actual sí y quisiera un cambio, pero mejor lo “malo conocido que lo bueno por conocer”. ¿Sí te es familiar esta expresión no? jeje, yo la he escuchado hasta la saciedad en diferentes personas y circunstancias. Y entonces la vida pasa, a gran velocidad, y te privas de tal vez descubrir un tesoro al otro lado de ese muro que solo se ha erguido para que puedas saborear los frutos de tus esfuerzos una vez alcanzada la meta. Pero lo que tu mente te cuenta es una historia bien diferente.

Te dice que ni te atrevas a intentarlo, puedes perder toda tu inversión en ese negocio nuevo que llevas años queriendo emprender, y todos tus parientes te lo reprocharán por el resto de tus días convirtiendo tu vida en un calvario. Tu pareja la primera y hasta puede que haga sus maletas y te deje porque te quedaste en bancarrota.

Tu actual trabajo te está enfermando a fuego lento por ser algo que en absoluto resuena contigo, con lo que tu alma te dicta que hagas y así cumplir con la misión que elegiste antes de tu llegada pero que olvidaste, ella te la recuerda incansablemente mediante tu intuición.

No, no te atreves a cambiar de empleo porque lo que tu deseas no es factible. Amas pintar y has sido dotado de talento para ese arte, ¡pero “uf! cómo me voy a lanzar al vacío?” piensas,” ¿cómo me doy a conocer? quién va a querer comprar un cuadro mío? ni siquiera sé dónde exponer mi trabajo!”.

Y así, otros miles de millones más en el mundo entero, pues ten por seguro que no serás el único en haber vivido en la opacidad cuando el resplandor te estaba esperando tras el muro. Un proverbio árabe dice: “en las profundidades del lago yace un gran tesoro más si lo que deseas es seguridad, quédate en la orilla”.

La valentía es una aptitud que todos poseemos “por naturaleza”, es el combustible que nos impulsa para ejecutar una acción a pesar del miedo, dificultades y riesgos por sobrepasar. Unos la tenemos más “consolidada” que otros.

¿Y cómo la desarrollo? bueno, del mismo modo que cualquier otra habilidad que desees afinar en ti, retándote. Elije cualquier pequeña situación que sientas te incomoda, como hablar en público (¡otro miedo más y muy común!).

Yo era de esas. ¡Oh dios! el sentir decenas de ojos clavados en mi sin puñetera idea de lo que habría tras ellos, en aquellas cabecitas en las que estaban incrustados hacía que me sudaran las manos, se me secara la garganta, y se me anudasen las tripas.

Cuando lograba dar mi discurso, se notaba claramente mi voz temblorosa y narrativa insegura, ¿pero sabes qué? esa era MI falsa percepción porque al finalizar, ¡los asistentes me aplaudían y hasta algunos me felicitaban por mi templanza y claridad en el relato!

Sí, dice el líder espiritual contemporáneo Sadghuru que el “miedo es un exceso de imaginación”. Atrévete primero ante un pequeño grupo de conocidos tuyos y verás que no es tan terrible como parece. ¡Después de eso, sólo estás a poquitos pasos de convertirte en un conferencista! quién sabe! o si es uno de esas “visiones” tuyas por cumplir. Si eres de los que no soporta verse en la oscuridad total, ten la osadía de pedirle a alguien de tu confianza que te acompañe en un espacio oscuro donde no entre el menor rayito de luz.

Otro día, pídele lo mismo salvo que esta vez él/ella te esperará al otro lado de la puerta. Seguro llegará la fecha en que determines permanecer en ese cuarto negro tu solo sin la más mínima amenaza del miedo que en el pasado te atenazaba.

¿Y las fobias? No nos vamos a detener más de la cuenta en este tema porque, aunque se les puede catalogar como miedos, tienen la particularidad de ser mucho más irracionales y exagerados que los anteriores y revisten más de la enfermedad mental que de un comportamiento natural propio de la especie humana.

La fobia a los insectos, por ejemplo, en especial a las arañas o cucarachas, a los ascensores, a las alturas, al agua y muchas más…Las personas aquejadas por las fobias tienden a reaccionar en exceso ante una situación donde se vean confrontadas a ese temor intenso e incontrolable, con síntomas tales como taquicardias, sudoraciones, palidez, rigidez muscular y hasta pensar que se encuentran al borde de la muerte.

Hay otro tipo de fobias que no son propias de trastornos mentales, pero sí de personas que albergan un profundo sentimiento de desprecio y odio hacia algo o alguien, como puede ser la xenofobia (odio a los extranjeros o extraños) o la homofobia (odio a los homosexuales). A pesar de que no entren en la lista de alteraciones cognitivas propiamente dicho sí se pueden clasificar como trastornos emocionales que igualmente demandan de una observación y tratamiento de la mano de un buen profesional en medicina mental.

El miedo germina en nuestro ego, en esa fracción de la mente que nos empequeñece, nos compara, nos enjuicia, nos limita e impide que seamos quienes hemos venido a realmente ser.

Si tu lo riegas a diario con pensamientos adicionales contrarios a la bravura, a la audacia, a tu grandeza no es de extrañar que se acabe imponiendo en tu vida para dirigirla a su antojo.

No existe mejor arma para contraatacar que plantarle cara, entendiendo que bien a menudo su magnitud no depende si no de la que tu le quieras adjudicar. ¡Ten el valor de encararle para ser más libre y feliz!

Namasté

¿Hablamos?

Ana Fernandez

+34 661 87 03 32

Telegram

Ana Fernandez

Comparte

Artículos del blog

Recibe las noticias en tu email

Pin It on Pinterest

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos y para mostrarte publicidad relacionada con sus preferencias en base a un perfil elaborado a partir de tus hábitos de navegación. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad