El agua y sus misterios

El agua y sus misterios                                                           

El agua y sus misterios

Gaia, nuestro hogar. El planeta Tierra, el más espectacular de nuestro sistema solar y posiblemente de toda la Vía Láctea. Visto desde el espacio nuestro planeta se asemeja a una canica multicolor cuya tonalidad azul resalta sobre los demás tonos, lo que la ha valido el alias de planeta Azul. Un color derivado del principal y más abundante elemento natural que lo compone: el agua.

En efecto, la superficie del planeta que habitamos está recubierta en un 70% por océanos y mares, siendo en este medio acuoso donde se gestó la vida, con la aparición del primer organismo unicelular hace unos cuantos miles de millones de años según estudios de fósiles de rocas antiguas.

Aunque la comunidad científica no parece ponerse de acuerdo en cuanto a este dato y un halo de misterio sigue envolviendo lo que ha sido el origen de la vida en este astro. El 30% restante que no es otra cosa más que tierra firme (continentes e islas) está igualmente “irrigada” por aguas subterráneas que manan en la superficie en forma de fuentes o manantiales y hablamos entonces de agua dulce, o sea potable, pudiendo ser consumida directamente sin ningún tipo de filtración ni tratamiento previos, a no ser claro está, que se tenga la menor sospecha sobre su pureza.

De esos mismos manantiales en algunos casos se forman ríos cuyo caudal va medrando con las precipitaciones y el deshielo de la nieve acumulada en los picos montañosos durante la estación invernal y tras un largo y sinuoso recorrido, finalmente desembocan en mares u océanos. Como dato adicional, solo el 3% de toda el agua planetaria es dulce.

Como sea, una certeza irrefutable hoy es que la vida del Hombre (y de todo cuanto conforma la Naturaleza) está íntimamente ligada a este elemento.

Como curiosidad, el cuerpo humano está él mismo compuesto por un porcentaje de agua muy similar al que acabamos de ver, entre un 70/80%, por supuesto bajo la forma de fluidos corporales como la sangre, la bilis, el sudor o la orina.

Sin alimento sólido podemos aguantar por varias semanas, gracias a que nuestro cuerpo tiene sus propias reservas de glucosa, proteínas y grasas, pero sin nada de hidratación (agua) no resistiríamos más de 72 horas (3 días).

Después del oxígeno, el agua es por tanto la segunda sustancia en la que se fundamenta la vida humana. ¿No crees que, aunque solo fuera por este dato se merece todo nuestro respeto, agradecimiento y admiración? Quédate con estas palabras, luego te explico el por qué.

Un biólogo francés de finales del siglo XIX René Quinton (ver documental completo) pudo demostrar las semejanzas entre la composición mineral del agua y el plasma sanguíneo de todo ser viviente incluido el reino animal y llevó a cabo exitosos estudios científicos empleando agua de mar como única solución para tratar diversas carencias y dolencias del cuerpo. Lo que la diferencia es su salinidad.

El agua de mar hipertónica, es decir, pura, sin diluir tiene una concentración de 36 gr de sales por litro mientras que 1L de sangre no sobrepasa los 9 gr. A este biólogo se le ocurrió entonces diluir el agua de mar con agua dulce en una proporción de 1 a 3 para rebajar su elevada concentración en sales y conseguir así un agua isotónica de 9 gr de sales por litro de agua a lo que con el tiempo se lo llamaría “el plasma de Quinton” por su extraordinario parecido con los fluidos corporales, en particular la sangre.

Su audacia llegó más lejos, aseverando que la sangre podía ser sustituida por agua de mar isotónica, teniendo en cuenta la similitud de su composición bioquímica y para demostrar la validez de su hipótesis, usó de cobaya a un perro callejero moribundo de 10 kg, extrayéndole toda la sangre por su arteria femoral para acto seguido inyectarle su “plasma marino”.

En un tal acto, lo esperado era que el animal sucumbiese a la prueba debido la falta de oxigenación de sus tejidos, incluido el cerebro, ¡en lo que Quinton lo “desangraba” pero no fue así! no solo el cuatro patas logró sobrevivir al experimento si no que transcurridas las primeras 48 horas empezó a mover sus miembros aún sin tener los suficientes glóbulos rojos formados.

Y aunque pasó por un preocupante empeoramiento después de eso, al cuarto día, el biólogo pudo constatar mediante análisis que su cuerpo tenía una sangre completamente nueva, con la correcta cantidad de glóbulos rojos y blancos, así como de hemoglobina.

Los días siguientes el perro no solo recobró una salud plena si no que su vitalidad se vio duplicada según el relato de un colega de laboratorio del profesor. El animal murió 5 años más tarde, atropellado por un vehículo.

A este primer intento le seguirían muchos otros con el mismo grado de acierto hasta finalmente pasar su protocolo a medios hospitalarios donde enfermos terminales serían tratados con el mismo éxito que todos los anteriores casos, tanto así que la Sanidad gala acabaría reconociendo la eficacia del plasma marino Quinton para tratar múltiples enfermedades, permitiendo su uso en hospitales y clínicas de todo el territorio nacional, como suero fisiológico y también sustituto de la sangre cuando se necesitase de una transfusión sanguínea.

Lamentablemente, el mundo empezó a cambiar después de la segunda mitad del siglo pasado y en 1982 la Unión Europea con sus nuevas y restrictivas normativas, exigiría condiciones específicas de fabricación que el laboratorio no tenía, cesando a partir de aquella fecha el uso del elixir renovador y relegado desde entonces a poco más que un remedio casero con escasa credibilidad.

No obstante, y a dios gracias, a la hora actual existen dispensarios de agua marina en diferentes puntos del Globo, siendo Guatemala o Colombia algunos de ellos, en los que profesionales de la medicina natural han rescatado los conocimientos del prodigioso profesor Quinton para ofrecer a sus pacientes una alternativa que no sea pura medicación sintética.

El agua. Ese elemento en el que apenas te sumerges y es como si estuvieses volviendo a casa. ¿No te pasa? Cuando yo me adentro en el mar me invade una sensación de calma, bienestar y goce impresionantes.

Soy capaz de olvidarme del mundo y perder la noción del tiempo, si no fuera porque el sol ahí fuera quema y más ahora en verano, podría dejarme mecer por el gran azul por horas enteras.

Puede que esa sensación de “volver a casa” sea por la memoria celular que no ha olvidado sus orígenes o por el líquido amniótico en el que flotamos por 9 meses antes de llegar a “tierra firme”. Como fuere, el agua nos mantiene vivos (más importante y vital aún que el alimento), nos hidrata, nos nutre y nos purifica, tanto por dentro como por fuera. En la mayoría de las religiones, el agua es símbolo de purificación, liberación, renovación, fertilidad y abundancia.

No solo es un bien indispensable para la vida humana, igual de esencial lo es para preservar el medio ambiente y todas las especies que lo habitan. Contemplarla en la Naturaleza es cuanto menos sobrecogedor.

Nos embelesamos ante la descomunal cantidad de agua precipitándose al vacío desde lo alto de un monte, creando una espumosa cascada bajo la cual nos encanta colocarnos para sentir el vigor que adquiere en su caída.

Quien haya visto de cerca un imponente iceberg o algún glaciar como el Perito Moreno en el sur de Argentina se puede considerar de los pocos afortunados, en los que me incluyo.

Todavía recuerdo mi periplo por el sur de este increíble país como uno de los más extraordinarios que haya realizado hasta hoy. Sus vastos espacios naturales donde la vista se pierde en los confines del horizonte sin apenas presencia humana, la deslumbrante riqueza de su flora y fauna me dejaban pasmada a cada paso que daba.

Pero al llegar frente al majestuoso Perito Moreno, fui como propulsada a una dimensión donde todo el alboroto a mi alrededor se desvaneció y a pesar de que unas cuantas decenas de personas “mariposeaban” en torno a mí, en mi memoria solo se plasmó la imagen de yo sola ante la grandiosidad del glaciar que a medida que “pedacitos” de su gélida masa se iban desprendiendo de él, el estruendo al caer al agua era de lo más estremecedor.

El agua es una de las fuerzas de la Naturaleza y nos lo recuerda en cada violenta tormenta, ciclones o huracanes en los que puede anegar poblaciones enteras y despojarlas de todo cuando poseen, dejando a su paso un paisaje saqueado y desolador.

A nadie de los que estábamos ya aquí se le olvidarán jamás las desgarradoras imágenes en nuestras pantallas de televisor, que el Tsunami de 2004 dejó en muchos países de Asia y en el que se perdieron más de 300.000 vidas. Sí, el agua es una de esas armas de destrucción masiva que Gaia despliega cuando desata su incontrolable ira.

Este bien tan preciado puede tomar 3 formas diferentes:  líquida, sólida, en forma de hielo o gaseosa, en forma de vapor. Su composición molecular es H2O: 2 átomos de hidrógeno por 1 de oxígeno, constituyendo un campo electromagnético con una carga positiva a un lado de cada molécula y una negativa al otro lado. Contrariamente a todas las demás sustancias que se contraen al enfriarse, el agua tiene la particularidad de expandirse, siendo así el único líquido que aumenta su volumen al ser congelada, disminuyendo por tanto su densidad.

Es EL disolvente universal, absorbe cualquier tipo de contaminante, por lo que los océanos y mares tienen la inaudita capacidad de “limpiarse” a sí mismos y auto regenerarse. El ejemplo lo tenemos en los vertidos de petróleo que en el pasado han teñido de negro muchas costas y transcurridos unos meses no quedaba ni una motita de la pegajosa mancha oscura.

Ahora te contaré de otro investigador cuyos descubrimientos han revolucionado el limitado conocimiento que la ciencia tenía sobre lo que ya se hace llamar “el oro líquido del futuro” por ser un bien natural escaso amenazado por la creciente contaminación ligada al aumento de la población mundial.

Masaru Emoto, doctor japonés en medicina natural se convirtió con el tiempo en un renombrado conferencista y autor de varios libros, en los cuales expuso los asombrosos resultados de sus investigaciones llevadas a cabo durante años sobre el agua y sus singularidades.

Sus libros dedicados al agua y los misterios que ésta encierra le valieron notoriedad internacional y reconocimiento por todos aquellos que son dueños de mentes curiosas y abiertas a aceptar lo que en un principio parece algo descabellado, sin lanzar injurias a la ligera como hicieron algunos y tildar a aquel gran hombre de “seudocientífico“, cuyo trabajo no merecía ser aprobado por la comunidad científica ya que sus “afirmaciones violaban las leyes de la física al emplear métodos inapropiados para refrendarlas“. ¿Te das cuenta no?

Si algo repudio es la estrechez mental de quienes más que colaborar en el desarrollo y bienestar colectivo lo que hacen es entorpecer nuestro avance como especie.

Bien, pero ¿qué fue lo que este ilustre personaje logró averiguar? “Su valiosa misión fue convencer al mundo de que el agua es “el alma del Universo”, de que es conciencia líquida y de que su estructura molecular registra las vibraciones de sonidos, colores, imágenes, palabras, emociones y pensamientos.”

El Dr Masaru descubrió que no existen 2 copos de nieve idénticos, absolutamente todos tienen estructuras diferentes, comparable a las huellas dactilares humanas.

Siendo la nieve agua helada, se propuso hacer un experimento con ella en su forma líquida congelando unas pocas gotas de agua natural (de manantial) para acto seguido observarlas bajo un microscopio electrónico y fotografiarlas.

Tal fue su asombro al constatar que, similar a los copitos de nieve en la elección de sus gotas también se formaban perfectas figuras geométricas cristalinas parecidas a diminutos diamantes, en su mayoría hexagonales que iban creciendo a medida que se derretían por volver a su estado líquido de partida.

Su ilimitada curiosidad lo llevaría a seguir con sus investigaciones y como respondiendo a instrucciones llegadas del más allá, realizaría otros experimentos iguales a este último, pero con aguas de diversas procedencias: ríos, lagos, grifos, charcos, o aguas estancadas.

Estudiando así su “comportamiento” según el ambiente en el que se hallaba y los resultados fueron de lo más inesperado. Las muestras de agua recogida en un medio insalubre tal como un estanque o mismamente la que corre de nuestros grifos estaban en su mayoría desprovistas de las hermosas imágenes antes descritas, ninguna estructura en absoluto.

O bien, en el caso de aguas sucias, aparecían improntas amorfas, caóticas y antiestéticas. Repitiendo sus ensayos por miles de veces, llegó a la conclusión de que el agua estaba influenciada por el medioambiente, estímulos externos y todo cuanto entrase en contacto con ella.

Tuvo entonces algunas ocurrencias que llevó a la práctica obteniendo conclusiones impresionantes. Una de ellas sería exponer el agua carente de la preciosa composición geométrica a música clásica tal como partituras de Beethoven, Mozart o cantos gregorianos. Tras su prueba, como por arte de magia las muestras de esa misma agua una vez congelada revelaban exactamente los mismos cristales homogéneos y de atractiva belleza que los de las aguas “vivas” (recogida en espacios naturales).

Otra de sus ideas fue distribuir una cantidad de agua limpia, en pequeños frascos de vidrio sobre los que pegaría un papel con palabras afectuosas como “amor” o “gracias” y desagradables en otros como “odio” o “guerra”. Igual que en el anterior caso, las fotografías del agua con las palabras “amor/gracias” presentaban los mismos patrones que la que había “disfrutado” de la música clásica.

El agua de los frascos con las palabras “odio/guerra” formas pobres e imperfectas. Haría una prueba más, pero esta vez con un grupo de voluntarios a quienes se les demandó que dirigieran pensamientos afables al agua que sería colocada frente a ellos.

Desenlace análogo al agua “bañada” por música armoniosa y palabras cordiales. De ahí pasó a calificarla agua estructurada o energizada, que no es otra cosa que revivir un agua muerta, devolviéndole sus cualidades naturales gracias a que la organización de sus moléculas y átomos se restaura.

Hoy creo que la expresión “agua muerta / agua viva” ya es algo común que todos más o menos sabemos a qué se refiere. El agua tiene la insólita capacidad de registrar las vibraciones de cualquier sustancia disuelta en ella y sobre esta tesis es que se fundamenta la homeopatía. Masaru Emoto también lo demostró disolviendo una gota de aceite esencial de flor de cerezo en agua destilada sometida al mismo tratamiento de congelación y retrato.  Los cristales de agua crearon como “calcada” la forma de la flor empleada.

Una rama de la ciencia más ortodoxa y refractaria a las novedosas teorías todavía rebate el brillante trabajo del ya fallecido profesor Emoto contrariamente a la nueva y progresista física cuántica que en su avance le está dando la razón gracias a su nuevo entendimiento de que todo, en lo que ellos llaman “campo cuántico” (lo que una mente corriente percibe como vacío) es vibración e información.

Tanto así que en estos momentos se están diseñando los prototipos de los futuros ordenadores basados en ese “campo”. Y tal vez hayas ya oído decir que nuestros futuros celulares integrarán chips con gotas de agua por la gigantesca cantidad de datos que una pizca puede atesorar. El cómo lo harán, eso ya solo los cerebros más sobresalientes de los ingenieros en tecnología lo saben.

Según el Sr Emoto, el agua reacciona positiva o negativamente a la música, a nuestro lenguaje, emociones y pensamientos porque todos emiten una vibración y por lo tanto energía, interconectándose en un perenne movimiento en el que todas ellas se influyen, se nutren, se transforman desarrollando al máximo todas las posibilidades existentes o bien se repelen, debilitan, empobrecen, repliegan, retrocediendo a sus inicios y actuando como fermento para la regresión de cualquier organismo que pretenda evolucionar.

Tomemos una breve pausa para reflexionar sobre el statu quo actual. ¿No te parece que en algunas áreas de nuestra civilización contemporánea estamos presenciando una “marcha atrás”? una involución!

Ciertamente estamos viendo un fulgurante desarrollo en la tecnología, pero eso no es sinónimo para nada de PROGRESO de la especia. Están apareciendo un sinfín de máquinas “superdotadas”, aventajando ya en muchas facetas a las facultades del hombre mientras él se va “empequeñeciendo” y perdiendo habilidades propias entre ellas, su inteligencia. No es que me haya sacado esto de la manga, averigua y verás.

¿Escuchas la lírica de muchas de esas mal llamadas canciones de hoy? yo la llamo “música basura” y con ello me refiero a estilos como reggaetón, dembow o rap (aunque este último es algo controversial) pero los 2 primeros son de lo más abyecto que se haya podido inventar y no digo crear porque de creativo no tiene ni la sombra. Su letra suele ser denigrante haciéndole un flaco favor al género femenino al que se le describe como poco más que mero objeto sexual, cuando no incita a la violencia u otros actos contrarios a lo que podría servir de educación e inspiración para los más jóvenes que son las principales “víctimas” de estas composiciones con “ritmos” repetitivos, discordantes y poco elaborados. ¿Logras visualizar el impacto adverso que estos estilos de “música” pueden tener en el agua?

¡Espera, hay más! recuerdas el dato al comienzo de este artículo? sobre el mismo porcentaje de agua que comparten el planeta y el cuerpo humano? Entre un 70 y 80%. Somos pequeños “acuarios ambulantes”.

Si unas muestras de agua en un laboratorio reaccionan de una manera u otra y son reprogramables según qué música, colores, imágenes, palabras, estados de ánimo o pensamientos reciban, ¿no crees que ese mismo influjo se dará en nuestro ámbito corporal?

Ricemos el rizo, aunque pueda sonar ridículo, pero el mismo Masaru Emoto lo afirma: el agua nos puede curar o enfermar, cuando no matar.

¡Pero no ella propiamente dicho, no el agua que ingerimos sin importar su origen si no su carga energética! Imagina ahora la de nuestro cuerpo, sometida sin descanso a los estímulos derivados de nuestros subjetivos pensamientos, emociones, uso de vocabulario y por supuesto el tipo de música que tendemos escuchar.

Si esto es cierto, y así lo creo, remitiéndome a la tesis de “el poder de la mente/consciencia sobre la materia” creo que es de suma importancia ser muy cuidadosos con cada frase que vayamos a formular, cada pensamiento y cada emoción en la que “elijamos” estar.

Siendo esto lo más difícil lo admito. Si todo está en la mente y todo depende de ella, lo más sabio que podemos hacer es adoctrinarla para que se convierta en nuestra aliada y no en nuestro verdugo, entrenándola a diario para reeducarla a pensar diferente.

De una mente en calma, solo pueden brotar sentimientos amables, amorosos, de gratitud y dicha y de esos estados emocionales, emanan las palabras que los reflejan.

A partir de ahí, purificamos todo nuestro campo acuático y energético. Y si cada ser en esta espectacular “canica multicolor” suspendida en el Macrocosmos, se hiciese responsable de su reprogramación mental, una transmutación se daría instantáneamente y el nuevo mundo sería una realidad tangible, pero esto ya releva más de la quimera que de un evento plausible o al menos en el futuro más inmediato.

Como quiera, tú que estás leyendo esto y has llegado hasta aquí, te invito a que tengas pequeños “gestos” en tu cotidianidad y por qué no comenzar con algo que no te demanda más esfuerzo que poner música relajante en tu casa o con una lírica que te alegre el corazón y el momento.

En cuanto al agua que tienes en tu botella, que sea de preferencia vidrio, dedícale un momento por breve que sea, para “bendecirla”, enviarle un pensamiento de afecto, de gratitud, aunque solo sea por su poder refrescante e hidratante una vez se esté repartiendo por tu “circuito” interno.

A mí me gusta escuchar mantras y en mis meditaciones, coloco la botella de agua que voy a tomar al día siguiente (con su parte de agua marina, dicho sea de paso) cerca de la fuente de música.

Te sonará a disparate, pero a la mañana siguiente, antes de salir de la cama, me tomo el primer botellín de esa agua “estructurada” que siento como “aterciopelada” y me sabe a pura gloria, con total certeza de que ha registrado mi sincera gratitud y amor para que proceda a conservar cada célula que habita en este “templo” humano, en óptimas condiciones de salud, fortaleza y juventud. Fantasía o no, es de poca importancia, más lo es lo que tu proyectas ahí afuera y tu convicción de lo que puede llegar a ser tu vida, cuando entiendes que el único artífice de tu destino, eres tú.

Namasté.

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Ana Fernandez

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