Gratitud. El agradecimiento que brota en el corazón

Gratitud. El agradecimiento que brota en el corazón

Gratitud. El agradecimiento que brota en el corazón

Cuando hablamos del agradecimiento o de la gratitud generalmente tendemos a vincular este término con una forma de educación, un formalismo que, desde bien pequeños nuestros educadores nos enseñaron a usarlo en respuesta a un obsequio que alguien tenía la bondad de entregarnos, o cuando recibíamos un trato especial, un favor.

Pero ese “gracias” que nos inculcaron desde temprana edad a menudo era (y seguro sigue siendo, supongo para una gran mayoría) carente de un autentico sentimiento de aprecio, de reconocimiento al gesto, esfuerzo o actitud afable del “dador”, le vamos a llamar.

Ese gracias, desprovisto de sinceridad y de la energía de genuino gozo es el que se perpetua en el día a día de la vida de cada uno de nosotros. Cuántas veces si no, damos las gracias a lo largo de un día cualquiera pero realmente lo sentimos con autenticidad dentro de nosotros? cuando digo autenticidad, me refiero a que la gratitud verdadera, tiene sus raíces en el corazón, se ha de emitir y sentir desde ese punto de nuestro cuerpo y no desde la razón, o sea la mente.

Ese gracias es un simple automatismo, algo vacuo que no tiene el poder de crear un nexo por efímero que sea, entre dos personas: el dador y el receptor.

Sin embargo, hay otro tipo de gratitud y esa es de la que quiero dar mi visión hoy y, además, como ya tengo por costumbre, compartir contigo que me estás leyendo, los resultados de una práctica o hábitos personales regulares.

Supongo que, al igual que muchos otros individuos en este mundo, yo era de las que estaban más en la queja y pendiente de lo que me iba mal en la vida que de enfocarme en su opuesto, o sea, lo bueno, lo que sí estaba funcionando, mis logros, mis bienes, pero más importante que eso, todo aquello que siempre damos por sentado y de lo que tendemos a olvidar: que nada en este plano nos es garantizado desde el principio hasta el final de nuestros días.

Esa fortuna que muchos de nosotros poseemos y que pasamos por alto, que somos incapaces de valorar y sentirnos privilegiados si nos comparamos con los millones de seres en este mundo que no tienen ni han tenido la misma “suerte” que nosotros.

De qué fortuna estoy hablando? bueno, en mi caso, lo más relevante: estar sana, tener mi cuerpo enterito, no haber sufrido en lo que llevo de vida ningún accidente en el que pudiera haber perdido alguna de sus partes, de seguir VIVA! tener un techo sobre mi cabeza, comida a diario en mi plato, agua limpia y potable, maravillosas personas que me acompañan en esta experiencia terrenal, trabajar en algo que me apasiona y que comparto con los otros desde el corazón porque es lo que me llena y un sinfín de razones más.

En estos tiempos tan convulsos en los cuales hay momentos en que una se pregunta si esta tesitura tan desafiante algún día terminará, he tomado por resolución dar gracias a diario por lo que sea que acontezca en mi existencia.

Y es que me he dado cuenta de que cultivar el agradecimiento (ese que brota en el corazón) me conecta con algo mucho más grande que yo. Me conecta a ese TODO, al Espíritu Divino, Energía Cósmica, ¡Dios (o como quiera que tú lo llames) pero también a los otros”!

No perdón, déjame rectificar algo, no es que dé las gracias por lo que sea que tenga o suceda en mi vida, no, doy las gracias por nada más tener la oportunidad de vivir un día mas y poder disfrutar cada minuto, con la ilusión de una niña pequeña a la espera de las bondades que la vida me tenga para hoy.

En ocasiones esa gratitud que me une con semejante “grandeza” tiene igualmente el mérito de hacerme tomar consciencia de que, ¡quién sabe! hasta puede que este día en el que hoy amanezco sea el último.

Bien pues hasta por eso doy la gracias, ¡por haberme permitido llegar hasta aquí! puede que pienses al leer esto último que divago, pero en verdad, nunca olvido que estoy aquí de paso y que cualquier día puede ser el punto final de esta historia de la que yo estoy siendo protagonista en esta encarnación.

Ahora bien, debo admitir que es fácil dar las gracias por todo lo bonito y amable que nos pasa en nuestra cotidianidad, pero ¿qué hay de los reveses, desgracias, eventos traumáticos de los que nadie estamos a salvo? esos que te nublan la mente o te arrastran a la oscuridad más absoluta en la que lo último que deseas es estar agradecido.

Supongo, se trate primeramente de “pasar a través” de ese penoso y sombrío momento con toda la serenidad que tu mente te permita sin perder la fe en que TODO pasa por algo y que tras la tormenta siempre impera la calma. Sí, “todo pasa, esto también” me he dicho a mi misma cuando he tenido que navegar entre esas turbulencias. Pero he aprendido que una vez “de vuelta a la orilla”, la percepción de lo ocurrido es diferente y casi siempre se saca una lección de esas “dificultades”.

Es posible que te suene a una “frase hecha”, de esas que ahora leemos en todas partes, pero la realidad es esa. Cuando todo va sobre ruedas, cuando todo fluye y ningún obstáculo viene a entorpecer nuestro avance, nos acomodamos y si lo miras detenidamente, aquí no hay nada que aprender, pero si las cosas se tuercen, es entonces cuando sale todo ese potencial que llevas adentro.

Sacas tu ingenio, aplomo, estoicismo, tu fortaleza o lo que sea que se requiera para salir “indemne” del atolladero y seguir adelante. ¿Acaso no es esto entonces un motivo para estar agradecido? te cuento algo que justo acaba de pasar apenas hace unas horas.

Mi pareja ha tenido un accidente de tráfico. Un joven motorista imprudente, circulando a toda velocidad colisionó con su coche. El muchacho salió volando por los aires y fue a aterrizar sobre otro vehículo, sus 2 ruedas quedaron semi-destrozadas y el coche nuestro con toda la delantera abollada y faros hechos añicos. ¡Seguro puedes visualizar la escena!  ¡Quién en un suceso así no entra en pánico y es poseído por un tremendo estremecimiento que te hace olvidar hasta tu nombre!

¿Lo positivo de esto? que ambos resultaron ilesos! el chico, sí con más de un “rasguño”, pero bien hubiera podido perder la vida ya que aquí, en el país donde vivo actualmente, llevar el casco puesto no es obligatorio. ¡Un milagro!

¿Después del sobresalto cuando recibo la llamada para escuchar el relato cuál ha sido mi reacción? ¡Dar las gracias! ¡Créeme! esto ya es algo espontáneo, pero diferente al “automatismo” que mencioné al principio de esta redacción.

La diferencia radica en que, en un instante de profundo silencio y honorabilidad en el que conecto con mi corazón y la presencia divina que habita en mi y en todo cuanto me rodea, permito que un profundo reconocimiento germine en mi interior y se difunda por todo mi ser y mas allá de mi periferia corporal, perdiéndose en la vastedad del espacio que me circunda. ¡Así es como se debiera ser agradecido, con sentimiento! Experimentándolo en cada una de tus células, percibiendo como vibran en ese sentimiento de satisfacción, serenidad y ventura que la gratitud tiene la virtud de desencadenar en ti, como dije antes, cuando de veras nace en tu cuarto chakra, ahí donde se aloja el corazón.

Añadido a todo esto que acabo de plasmar aquí, la gratitud ya tiene acuñado además el sello científico tras llevarse a cabo algunos experimentos en los que se le ha pedido a un grupo de “voluntarios” que experimenten la gratitud verdadera en sus adentros y los resultados son cuanto menos asombrosos.

Mediante imágenes computarizadas, los investigadores han podido demostrar que se activa la corteza prefrontal del cerebro, un área conectada con el aprendizaje y la toma de decisiones.

Aseguran que permitir que el agradecimiento resuene en todo nuestro ser nos ayuda a gestionar mejor el estrés, enfrentar toda crisis con resiliencia y contribuye a liberar unos neuroquímicos más conocidos vulgarmente como las “hormonas de la felicidad”: dopamina, oxitocina y serotonina. Puede fortalecer nuestro sistema inmune, regular la presión arterial y controlar la diabetes.

Aunque aquí, pequeño matiz creo yo: me atrevo a dudar que esto solo logre tantos milagros, seamos sensatos ante todo y pensemos que la buena salud se preserva o recupera teniendo en cuenta muchos otros parámetros.

¡Pero hay más! al margen de los resultados que la ciencia pueda arrojar sobre esta maravillosa herramienta para mejorar nuestra relación con nosotros mismos y con el mundo, es cuantiosa la literatura existente mediante la cual sus autores certifican el efecto “boomerang” de la gratitud.

Con esto me refiero a que, según estos otros entendidos, ¡cuando tú lanzas un GRACIAS! al Universo una y otra vez, por todo lo que eres y posees entonces mas abundancia llega a tu vida.

Obvio, no será algo instantáneo, pero te irás dando cuenta que cada día que pasa tienes más motivos por los cuales estar agradecido. Algunos de estos escritores, afirman sin bacilar que “la gratitud es la llave para la abundancia”.

Otros aseveran, que si te atreves a ir más lejos en tu fe y te sitúas (mentalmente y usando la visualización) en una escena futura que deseas se cumpla y das las gracias por anticipado, ¡ese futuro así se materializará! ¡¡¿Acaso no es esto emocionante?!! y una razón extra para adoptar a partir de ahora mismo, si aún no lo has hecho, el hábito de dar las gracias.

En estos momentos se oye a mucha gente por ahí también decir que hay que dar las gracias 3 veces y con esta “formulación” que te detallo por si te inspira y piensas que puedas empezar por ahí: “Gracias, gracias, gracias. Por lo que soy, por lo que tengo y por lo que aún está por llegar.”

Yo me inicié así mismo. Supongo que al igual que muchos, al principio sin demasiadas o, mejor dicho, ninguna expectativa (como debiera de ser en realidad), solamente me propuse hacerlo, ¡y ya! Peeero, como dije antes, me fui dando cuenta que a medida que el tiempo transcurría tenía mucho más por lo que expresar mi reconocimiento.

Y me volví más consciente de esa fortuna de la que escribí más arriba y que pasé por alto hasta ahora que contemplo como mi mayor tesoro: mi salud y buena forma física sin ser ya una jovencita de 20.

En los albores de esta nueva era en la que más que nunca la conciencia colectiva, o, en otras palabras, la humanidad en su mayoría se está afanando por romper con los viejos patrones mentales y paradigmas, renunciar a anticuadas creencias transgeneracionales, desligarse de las religiones para descubrir su propia espiritualidad.

Una comunidad humana en pro de un estilo de vida más sencillo, acorde con las leyes de la Naturaleza. Una humanidad hastiada de las falacias a las que generaciones enteras han sido sometidas desde un pretérito bien remoto.

Un Humano que censura los eternos conflictos bélicos que se perpetúan en distintas naciones del planeta en un siglo en que los avances tecnológicos y científicos nos prometen un mejor (¡mentira!) futuro.

Al alba de ese nuevo mundo que se está gestando, todavía nos toca salir de las tinieblas en las que estamos sumidos y para ello, ya para volver al tema y rematarlo, debiéramos empezar por agradecer lo positivo que, como comunidad hemos conseguido y todos los esfuerzos que cada uno de nosotros estamos haciendo a diario para apresurar la venida de esa nueva Era.

Y ahora déjame proponerte un sencillo ejercicio para dar tu primer paso en la senda de la gratitud y que además te llevará a otra buena costumbre para integrar en tu vida y que fue tema de mi anterior blog, el mindfulness o atención plena.

Cuando estés sentado en tu mesa, listo para comer los alimentos que tengas frente a ti, tomate un par de minutos para agradecer a todas esas personas que han contribuido a que ese sustento que vas a ingerir ahora esté en tu plato.

Supongamos que tu composición culinaria hoy está formada por vegetales diversos que has salteado, una ensalada variada y una tortilla francesa. Atento a esto: conecta con tu corazón y con ese grupo de desconocidos que han cooperado “en cadena” para que hoy puedas ingerir esta comida, dirige tu agradecimiento al agricultor/es, al transportista/s, distribuidor/es, vendedor/es, a los que elaboraron los utensilios de tu cocina para tu poder guisar, a la gallina que puso los huevos, al campesino (vamos a ponernos en el mejor escenario, son de aves criadas en libertad por el campo) etc.

Ahora, amplifiquemos esa gratitud y vayamos hasta esa tierra en la que, de unas pequeñas semillas han germinado y crecido esas verduras, al agua de riego, a las buenas condiciones climáticas, a la energía solar, y de ahí a todo el planeta y al Universo entero, dejando que esa gratitud que nace en ti llegue a los confines del Cosmos y éste reciba tu vibración para ser respondida de inmediato, con una buena digestión y asimilación de todos los nutrientes que tu cuerpo precisa para funcionar de forma óptima.

Así es como debe ser” la gratitud con sentimiento” a la que me refiero al inicio de este texto. Y cuando te encuentras ensimismado de este modo, enfocado en el sentir, en el aquí y ahora, en el presente, no es otra cosa si no “mindfulness” o “plena presencia” ese breve instante en que la consciencia emerge, el ego enmudece y se manifiesta el ser divino que yace en ti.

Namasté

¿Hablamos?

Ana Fernandez

+34 661 87 03 32

Telegram

Ana Fernandez

Comparte

Artículos del blog

Recibe las noticias en tu email

Pin It on Pinterest

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos y para mostrarte publicidad relacionada con sus preferencias en base a un perfil elaborado a partir de tus hábitos de navegación. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad