¿Te has fijado que en el término apego está el de “ego”?

¿Te has fijado que en el término apego está el de “ego”?

¿Te has fijado que en el término apego está el de “ego”?

“La raíz de todos nuestros sufrimientos es el apego a las cosas. La felicidad consiste por tanto en dejar caer el apego a todo cuanto nos rodea” según palabras de Buda.

El apego ¿cómo lo definirías tú? la primera vez que escuché a mi profesora de yoga, cuando yo aún era una joven aprendiz, decirme que tenía que trabajar mis apegos recuerdo que me sonó a chino. Y por supuesto, mi ego para evitar sentirse ridiculizado o achicado, pretendiendo saberlo todo, le respondió afirmativamente, pero sin tener ni remota idea de lo que me estaba sugiriendo.

Una vez llegada a casa me apresuré en buscar el significado de la palabra y toda información que pudiera recopilar. De aquella aún no había canal de youtube y Mr. Google apenas estaba abriendo su consultoría, así que tocaba revisar diccionarios, visitar alguna biblioteca pública o dejar unos cuantos euros en librerías a cambio de manuales que tratasen sobre todo lo relativo al tema que tú estabas buscando.

¡Ha llovido desde aquel día, y mucho! ¿Ya no soy la misma inexperta en muchos aspectos, pero y si te digo que no he logrado todavía liberarme de todos mis apegos? A ver, he trabajado en ellos tal y como mi sabia mentora me había aconsejado, pero me fui dando cuenta después que llegué a entender su verdadero sentido que TODOS nosotros los tenemos, hasta el más sabio de los sabios.

¡Es más, hasta me atrevería a decir que es algo inherente a la naturaleza humana! Pues si bien lo he captado y creo que así es, el apego es una dependencia con cierta desproporción de algo o alguien creyendo que nos pertenece, que nada ni nadie nos lo puede arrebatar y de la que deriva nuestra felicidad.

Este es mi entender, pero el diccionario te da un significado así de escueto:  “aprecio o inclinación especial por algo o alguien”.

Sin embargo, en psicología te lo presentan como “una relación afectiva y estable de larga duración que se establece entre dos personas y que se caracteriza por ser un vínculo que produce seguridad, protección, bienestar y cariño”, ¡ojo al dato!

Aunque se limita a la relación entre dos seres, pero la misma definición es válida para la relación que se establece entre una persona y algo “inanimado” (objetos, cualidad).

Al ser extremadamente dependiente de algo o alguien, ¡pues claro que Buda estaba en lo cierto, nos esclaviza! dejamos de ser libres porque vivimos en el incesante temor de algún día perder a ese ser/objeto al que nos hemos “encadenado emocionalmente”, albergando la firme convicción que toda nuestra felicidad depende de ello.

¿Y cómo nacen esos apegos? pues desde nuestra concepción yo diría. La madre se apega al embrión que está creciendo en su matriz, lo siente como suyo y, en parte lo es por ser el resultado de la fusión entre su óvulo (células suyas) y un espermatozoide (las de su compañero sentimental).

Ese sentimiento tan profundo y arraigado se lo transmite a su bebé que él mismo irá desarrollando desde su llegada al mundo 3D. Y se inflará con el paso del tiempo por ese sentimiento de posesión: MIS papás, MIS juguetes, MI casa, mas tarde MI carrera, MI coche, MI novia/o, MIS hijos.

Todos esos bienes que vamos acumulando en las sociedades de consumo y con los que taaanto nos identificamos, como si solamente gracias a ellos fuéramos lo que somos y logremos obtener el reconocimiento, valoración y hasta la admiración (en ciertos casos) de los demás.

¡No todos tenemos esa desmedida predilección por los objetos que te dan “un estatus”, menos mal! Ejemplo, adornar tu muñeca con un Rolex, cargar en tu hombro un bolso Louis Vuitton, llegar al gimnasio con las ultimas zapatillas Nike que te han costado un sueldo entero o algo más, un BMW a las puertas de tu casa, ya sin apuntar tan alto en gamas de vehículos seamos razonables. Aunque bueno, estos caen más en la categoría de “signos exteriores de riqueza”, más propios de un exclusivo fragmento de la población mundial.

Pero independientemente de si tienes una cuenta bancaria boyante o no, a todos nos agrada TENER, POSEER. ¿Quién no ha tenido una emoción de tremenda satisfacción y regocijo al adquirir un nuevo celular, estrenar un par de zapatos, un vestido nuevo que resalta tu silueta y te hace parecer una auténtica diva a ti mujer? Conseguir a ese chico/a tras el/la cual llevabas meses?

Hay otro tipo de apego distinto a lo material y ese es a lo que uno es, ejemplo: el apego a una nacionalidad y de ahí al patriotismo solo hay un paso, el apego a la belleza si eres de esas deslumbrantes que provoca una incontrolable mirada de admiración por los otros a tu paso, el apego a tu profesión, a tu linaje familiar, a  tu juventud, a tu cuerpo, a una ideología, una religión, a tus costumbres, a tus emociones y cómo no, a las personas aunque esto último mejor lo relegamos al rango de “lo material”.

¡Oh dios! tanto! sí, a eso también nos apegamos, puede que, sin ser realmente conscientes de ello, pero es una evidencia.

Obsérvate si no. Nos aferramos a todo lo que nos identifica y hace diferente de los demás. Lo que más me chocó de la infinidad de apegos que desarrollamos a lo largo de nuestras vidas es sin duda el de las emociones.

Cómo podemos “crear un vínculo de afecto/dependencia” con nuestras emociones? ¿y por qué no? acaso no te gusta estar alegre? eufórico? enamorado? apasionado? y los que están siempre en la cólera? o en la tristeza, los que van de “ay pobre de mí”/eternas víctimas, los que viven atemorizados un día y otro también, los eternos obstinados a quienes tienes que dar siempre la razón para eludir innecesarios litigios. Porque son esas emociones que los definen. No serían ellos de lo contrario.

El drama de esto es que nos volvemos tan aficionados a esas “cosas” (tangibles o no) llegando al punto de desarrollar una especie de adoración irracional, pudiendo, en los casos más extremos caer en conductas obsesivo-compulsivas en las que si no compras algo nuevo cada día te sientes miserable, triste, angustiado. O saltas de una relación sentimental a otra porque ninguna te satisface lo suficiente.

Claro, como bien digo, casos así son minoritarios y obedecen ya a trastornos mentales que requieren de algún tipo de terapia/tratamientos psicológicos cuando no psiquiátricos.

Pero están los otros del estilo: te niegas a abrir tu mente y escuchar opiniones distintas a las tuyas sobre la religión que sigues ciegamente, cayendo bien a menudo en un grotesco fanatismo.

El país en el que has nacido y crecido es según tu el mejor en el mundo, el coche que tienes es mucho mejor que el de tu vecino…la lista es larga

Una pequeña observación por si no te has dado cuenta aún. ¿Te has fijado que en el término apego está el de “ego”? ¿Y el ego, sabes lo que es? lo cierto es que cuando entendí lo que eran los apegos también pude entrever lo que era el ego.

Es ese personaje/”papel” que ideamos para actuar en el escenario del mundo físico y diferenciarnos del resto del “elenco” presente en esta gran obra teatral.

Es nuestra personalidad, todo lo que le da sentido a mi “envoltorio”, todo lo que me define y me convierte en un ser individual/excepcional, único y por supuesto aquí entran esos apegos que detallo más arriba: YO soy Pepe Pérez (mi apellido, de mi linaje), ingeniero informático (mi profesión), de origen alemán, nacido en Méjico (mi nacionalidad), país en el que he crecido y  absorbido sus costumbres (mi cultura), soy fan del futbol club Real Madrid (mis aficiones), mi equipo es sin duda el mejor en el mundo (fanatismo) etc. etc…ap-egos.

A modo de metáfora, el ego es el software (programa) descargado en tu hardware (subconsciente) desde tu alumbramiento, por todos los demás sujetos que se encargarán de tu educación (familiares, mentores, profesores).

Múltiples veces he oído que desde nuestro primer día en este mundo hasta la edad de 7 años somos como esponjas, absorbemos absolutamente todo lo que nos llega de fuera.

Nuestro cerebro funciona en ondas theta, de baja frecuencia, similar a cuando un psicoterapeuta te lleva a un estado de hipnosis. Escuchas, recibes, almacenas mientras tu capacidad de discernimiento o reacción queda completamente anulada. Es en esa etapa de nuestras vidas por lo tanto cuando se fragua nuestro ego y en consecuencia apegos.

 Por norma general, todos nosotros estamos en esa misma “coyuntura” en la que suponemos que nuestra dicha depende de nuestros apegos.

Sí, eso creemos hasta que un día sucede algo sumamente perturbador en nuestra senda existencial que nos hace ver todo el panorama desde otro ángulo bien distinto.

Tarde o temprano, un día u otro, la vida te da uno de esos zarpazos que sólo ella sabe dar con soberana maestría y tal un implacable tornado te golpea haciendo añicos todo cuanto posees.

Puede ser tan simple como perder un empleo que te remuneraba con copiosas sumas de dinero cada fin de mes y gracias al cual vivías una vida grandiosa, sin ninguna privación. Tu casa destruida por alguna inclemencia climática o embargada por tu banco porque ya no dispones de los medios financieros para seguir pagando la hipoteca.

Perder a un ser querido como pueda ser tu pareja con la que habías creado un hogar y eras sumamente feliz, un hijo (peor aún que tu pareja), tu gran amigo de infancia y aventuras.

Entonces el piso bajo tus pies se pone a temblar, te flaquean las piernas y de repente aquel deslumbrante brillo del cual tu vida entera rebosaba se torna sombrío tal un maleficio derramándose sobre tu cabeza y arrastrándote a la peor de las tinieblas.

Inclusive alguno de los más acaudalados, tan seguros de sí mismos y de su fortuna se han visto de un día para otro completamente arruinados, despojados de TODO cuanto habían acumulado a lo largo de años o décadas.

¡Sí, lo dramático de esto es que NADA nos es garantizado! ¡Ni la vida misma lo es! la puedes perder el día menos pensado, así, repentinamente, sin ni tan siquiera una pequeña advertencia.

Sabiendo que lo más frágil e inseguro de todo es la vida, me pregunto ¿entonces por qué ese afán por acumular o aferrarnos a lo transitorio? porque nos creemos inmortales! ¿Qué otra cosa si no? ¡He aquí el quid de la cuestión!

El caso es que aún sin que perdamos nada de todas nuestras pertenencias, vamos a suponer, ya que también hay quienes transitan por el camino de principio a fin sin demasiados escollos (son los que menos, pero haberlos los hay), no te ha pasado de toparte con alguien que, ¿a tu modo de ver lo tiene todo para ser feliz y resulta ser la persona más desdichada que hayas conocido? Claro, es que sucede que, a fin de cuentas, la felicidad del ser humano no depende de lo material, de los demás o de su identidad si no de cuán lleno esté por dentro. ¿Lleno por dentro? y de qué? ¡Sencillo! De autoestima, amor propio, sueños por alcanzar, confianza en sí mismo y en la vida, madurez espiritual y todo lo que esta palabra engloba. Es de adentro que proviene tu dicha y no de afuera. Es de uno mismo y merced a todos tus tesoros internos que sientes plenitud y enlazado a algo más grande y bondadoso que siempre está atento a entregarte lo que necesitas. Tal vez no siempre lo que quieras, pero sí lo que necesitas en cada instante.

Prenderse por lo tanto de lo terrenal es cuanto menos irrisorio sabiendo que solo son elementos o seres igual de efímeros que la vida que nos es prestada sin que nadie sepamos con exactitud por cuánto tiempo.

¿Y cómo podemos desapegarnos? ¿Trascender todas esas ataduras que nos impiden ser plenamente dichosos y hallar paz en nuestros corazones?

Soltando. Dejando ir. Renunciando. ¿A qué? a tus falsas creencias, a tus esquemas mentales, reformatear el disco duro (subconsciente) dejando espacio para lo nuevo.

Recuerda siempre el proceso por el que tiene que pasar una mariposa antes de su metamorfosis y llegar a ser dueña de semejante belleza y gracia. No digo que sea una labor fácil, te estaría mintiendo si no.

Como todo, demanda de un compromiso contigo mismo, un entrenamiento regular, unas pautas que tendrás que seguir con sumo rigor, grandes dosis de esfuerzo y paciencia, pero, ante todo, hacer una profunda reflexión y evaluación de lo que eres hoy y en lo que deseas convertirte y ser mañana.

El proceso es largo, tendrás etapas de retroceso, de desaliento, de titubeo en tu fe para lograr llegar a la meta, y la tentación de recaer en tu zona de confort siempre estará ahí, acompañándote en cada uno de tus pasos ya que es en esa zona donde todo es mucho más fácil pero nunca olvides que en ella no te sentías dichoso.

¿Qué te parece empezar por un par de pequeños ejercicios?

Para poner en marcha ese mecanismo de adiestramiento de tu ego y soltar tus apegos, debes en primer lugar tener la capacidad de identificar esos momentos en que te estás obsesionando con algo (puede ser una idea fija, una persona a la que deseas conquistar, un bien que estás loco por conseguir) y justo ahí, redirigir tu atención a otro punto. El más recomendable es sin lugar a dudas, tu propio aliento y tal vez tomar su control y empezar a respirar más hondo y pausado.

Ahora hazte esta pregunta: seré más feliz si consigo/compro eso que tanto anhelo? ¿por cuánto tiempo? Es probable que sin saber de dónde, te llegue la respuesta más acertada.

Luego de esto, por qué no ir a dar un paseo a la naturaleza, lo que tengas más cerca de tu casa: parque, río, bosque, mar. Y ya que estás aprovecha para practicar el anclaje a tierra, quitándote el calzado para sentir el frescor del piso bajo tus pies desnudos.

Mantente en modo, testigo silencioso de tus procesos mentales, pues el ego al final no es otra cosa si no, la mente y sus perniciosos patrones establecidos en aquellos primeros 7 años de tu vida.

Debes reaprender a sentir, a pensar, a actuar, a creer, a ser tu y no lo que te han hecho creer que eres. Obsérvate y distánciate de ese falso tu.

Solo dentro de ti podrás descubrir y conocer a tu autentico ser, tu YO verdadero, ese que han asfixiado, sepultado en tus profundidades pero que solo está esperando a que le tiendas una mano y lo saques a la superficie.

El otro ejercicio consiste en dedicarte un día (o medio) a realizar una limpieza profunda de tu casa y tirar a la basura o mejor todavía, donar (si están en decente condición) todo aquello que tengas almacenado en tus armarios por años y que has colocado ahí con la etiqueta “por si acaso”.

Esos zapatos aún sin estrenar que compraste de manera irreflexiva con la intención de llevarlos a algún evento especial que nunca se dio. Indumentaria que guardas de cuando tenías 20 años y que jamás has podido volver a poner porque desde que te embarazaste ganaste unos kilos que no consigues eliminar.

Objetos de decoración de tu antigua casa, empaquetados en una caja de cartón por no acoplarse al diseño de la nueva. Ese centenar de libros que hoy podrás encontrar en línea si por casualidad un día quieres releerlos.

Si nunca has hecho algo así, no imaginas el efecto transformador que esta tarea puede tener en ti. Primeramente, porque nada mejor para ir “limando” tus apegos y luego porque estás compartiendo un pedacito de ti con el mundo y la contrapartida puede ser de lo más gratificante.

Regálale ese par de zapatos, unos cuantos vestidos, los platos que no usas ya, por ejemplo, a alguien que no tiene el mismo poder adquisitivo que tú y verás lo agradecida que esa persona será contigo, como si sintieras que estás contribuyendo, con tu granito de arena a alegrarle el día y tal vez la vida. Nunca sabes.

Lo importante aquí es que ya estás poniendo en práctica, ¡el des-apego! y al mismo tiempo preparándote para cuando llegue la fecha de tu último viaje, el que no admite boleto de vuelta, para irte al otro lado dejando tooodas tus posesiones aquí.

Que tu proceso de cambio sea tan emocionante como el de todos aquellos que estamos en tu misma senda.

Namasté.

¿Hablamos?

Ana Fernandez

+34 661 87 03 32

Telegram

Ana Fernandez

Comparte

Artículos del blog

Recibe las noticias en tu email

Pin It on Pinterest

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos y para mostrarte publicidad relacionada con sus preferencias en base a un perfil elaborado a partir de tus hábitos de navegación. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad